miércoles, 22 de noviembre de 2006

Zapatos Rotos

Yo sabía que el día no iba a ser uno de los mejores. Ya lo sabía en el momento en que el reloj marcaba las tres y no podíamos dormir. Yo me iba a levantar de mal humor porque él no había ido a cursar, tampoco estudiado para su parcial y yo iba a tener muchas ganas de no presentarme a dar el final de italiano. Y pensado y hecho. Después de que me cagó un rato a pedos me decidí a presentarme, él se fue a trabajar. Luego lo de siempre: hacer que se estudia un rato, con los libros en la mesa, buscando algo para limpiar, viendo quién se pelea con quién en lo de Rial, yendo a la modista, porque hoy tenía que usar ese pantalón, llamado de madre que siempre tiende a justificarme haga lo que haga (justamente cuando necesito que haga lo contrario) y me veo en la situación de ponerme los puntos a mi misma, cuando no le pido que lo haga él. Y se hicieron las 16.30 y partí hacia italiano, con el jean nuevo, musculosa marrón y las sandalías tenían que hacer juego, fueron las marrones.
El final, una pavada. Volvió la sonrisa. Para festejar decidí volver caminando por Avenida Santa Fe. Destino: zapatería! Iba caminando pensando en el modelo, el color, tarjeta o efectivo y demás y en eso ZAS! me tropiezo. Trato de retomar mi paso pero la sandalia derecha estaba rota, un par de puteadas. No podía seguir caminando, a menos que quisiera hacerlo con el pie derecho descalzo, pero faltaban 8 cuadras. No queda otra que tomar uno de los odiosos taxis (sí, odio viajar en taxi, prefiero bondi, subte o caminar - cuando las sandalias no se rompen-). Vuelta a casa, sin cambio para el taxi, entrar al dpto y ver la mugre, hambre, 1 sandalia rota y 0 zapatos nuevos.
Ahora bien: Señor Dios, por qué no me diste una señal y me enviaste a casa con la sonrisa intacta?

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