miércoles, 13 de diciembre de 2006

Esto no tiene título.

Hay mañanas (o mediodías) en que es inevitable aceptar que hay cosas que me preocupan más de lo que pensaba, o bien que ciertos auntos se pasean por la mente pero que la tele, algún libro, o el contacto con gente insulsa logra soslayar.
La primera etapa consiste en la aceptación de lo que al principio llamaría "problema", pero que luego de pensarlo un rato no lo denominaría así, sino "algo que está pasando, pasó o pasaría (no pasará, porque hasta ahora el futuro es totalmente incierto), que por alguna razón con los ojos abiertos lo escondo, pero con los ojos cerrados se filtra y me hace frente". Por más intento que haga no puedo pasar por alto un sueño. Generalmente determinan mi estado de ánimo durante algunas horas luego de levantarme. Y sí... hay días en que me levanto con una sonrisa, otros en que no puedo hacer otra cosa que llorar (es cuando elijo meterme en la ducha pra que las lágrimas se confundan con el agua), y otros en que siemplemente me sale decir "oia!".
Ahora bien, la segunda etapa es "hacer algo al respecto" ya sea con el llanto o con el oia, el problema es que me concentro y me concentro antes de dormir para encontrar la "solución", pero termino soñando con que ando en bicicleta con Tinelli en una ruta o cosas con el estilo. Me doy por vencida, entonces a la noche siguiente la concentración se dirige a volar en sueños, pero sigo andando en bicicleta. Los efectos de hacer algún esfuerzo por soñar X cosa, o no hacerlo, son los mismos.
La actividad onírica escapa de mi control. La incertidumbre a veces no es tan buena. Me gustaría saber cómo voy a recibir al plomero Coqui mañana a las 9.30, todavía no lo conozco. Su voz, celular por medio, parecía la de un hombre cuarentón, seguramente cuando se agache también se le vea la espalda y lo que le sigue abajo. Sólo sé que si las canillas dejan de gotear yo me voy a sentir un poco mejor.
Me fui a ver qué sueño.
Saludos.

No hay comentarios.: