jueves, 29 de marzo de 2007

Ella parece que está durmiendo, respira y hace mucho ruido. Me hace acordar a los camiones de Bahía Blanca en invierno, cuando hacen temperaturas bajo cero, encienden el motor y se quedan ahí haciendo ese ruido que me fastidia tanto durante apróximadamente media hora para que el motor se caliente. Me da la pauta de que está dormida porque hace precisamente ese ruido, pero me gustaría que durmiese en silencio. La gente cuando duerme (sin roncar ni hacer ningún tipo de ruido cuando respira) parece que está muerta y eso me gusta. Uno se tiene que acercar y ver bien si la panza se infla o si de la nariz sale airecito para corroborar que está viva. Así y todo los bellos durmientes parecen muertos. Los que viven son otras personas, que viven la realidad del sueño. A veces viven pesadillas, otras tantas momentos agradables que hacen envidiar al ser que resucita todos los días, y ese que vive por mi cuando yo muero todas las noches por lo general anda en cosas raras que no entiendo.
La cuestión es que su respiración ruidosa me hace saber que está ahí, que no estoy sola. Esta vez no había tenido tanto problema en que leyera en la cama rato largo. Igualmente pasa lo que la noche anterior, pero luego de varios renglones. Nudo en la garganta. Mirar el malvón y compararlo con un perro chiguagua. El pobre malvón es feo, pero tiene ese aroma que me trae lindos recuerdos y las hojas tienen una textura aterciopelada que siempre me llamó la atención. Mi malvón es como el perro chiguagua feo que nunca pudo aprender a hacer un truco (o mejor dicho nunca quiso aprender), que siempre que fue llamado por su nombre prefirió perseguirse la cola como un estúpido. Mi malvón nunca dio una puta flor. Pero eso no es lo que me molesta, hasta llega a gustarme la idea del malvón rebelde.
¿Y para que estar si no se puede ser? Amo mis defectos (y eso que amo pocas cosas) y desconozco mis virtudes. Pero si no puedo ser yo con mis defectos, ¿para qué estar?. La idea de estar y no ser me parece tan al pedo, tan triste, y es cuando todo lo azul cobra importancia. La sábana, el futón, manta, la remera que usé para ir a cursar, la bolita azul que él me decía que imaginara cuando en medio de la pseudomuerte tuve ese ataque de angustia, y si juego al veo-veo la lista es infinita. El azul me calmó, hasta creo que me olvidé del ruido de su respiración onírica. No pude responder las preguntas, pero pude morir o dormir un rato.

3 comentarios:

Mr Montoto dijo...

A pesar de que nunca me he muerto, supongo que está mejor dormirse que morirse, por mucho que se parezcan ambas cosas.

Aunque a veces es tan necesario morir, que es un consuelo dormir un poco

Anónimo dijo...

A mi me gusta domir y despertar, morir y soñar. Me gusta sentirme caliente y frío. Pienso que ya nada es igual, aunque la noche sea mi amiga en los tiempos jodidos.

Yao Minga

Mundo Yao Ming dijo...

Soy de enfrentarme a los retos y prefiero verle la cara a la muerte. Veo nubes ante mi, pero nubes grises que se abren para dejarme paso a tan espantoso descenlace de una vida sin lamentos y con muchos excesos. Soy lo que soy y no reñiego de mi conformación orgñanica he inorgánica, frío, descerebrado. veo finales sin resolver y misterios creados por mi oleaje. Dejenme retirarme en paz pero en un mar de delirio y placeres qeu no encuentren resistencia en mi piel. Dejenme buscar la gloria en la muerte más digna en un infierno caluroso.